Cuando decidí incluir los
estudios en ciencia política dentro de mi formación personal y profesional, uno de los
asuntos que pensaba con mayor claridad era la inexorable relación que hay entre
la política y la sociedad. Esto podría sonar bastante obvio; sin embargo, es
una relación que reconozco cada vez con mayor fuerza y que, paradójicamente, pareciera que es olvidada cada vez más en el ejercicio de la política, si
entendemos como político aquel entorno que se vive en la administración
pública.
Y es que es justamente en la
administración pública donde podría considerarse que tienen lugar las más
grandes formas de desvirtuación de la política. Para ilustrar tal afirmación,
traigo a colación dos obras de arte, una de ellas de carácter literario y la
otra de carácter cinematográfico. Se trata del libro “Un tal Bernabé Bernal”[1] del escritor Álvaro Salom
Becerra, y la película “La ley de Herodes”[2] de Luís Estrada. Comienzo por establecer la
comparación más importante a la que llegué cuando me acerqué a estas dos obras.
Se trata de una forma de comprender la realidad humana, de concebir las
relaciones sociales que podrían tejerse en torno a la política y a lo público.
Para ello, cito a continuación un fragmento de cada texto, con el ánimo de
generar algunas opiniones en relación con ello.
La
ley de Herodes muestra un diálogo entre el licenciado Fidel
López, y Ramírez, quien fuera su mano derecha, al momento de iniciar la
búsqueda del nuevo alcalde para San Pedro de los Saguaros, un pueblo “olvidado
de Dios”, habitado principalmente por indígenas que hablaban en un dialecto
inentendible para quien hablara español, y al cual la misión del nuevo alcalde
era llevar el progreso, la modernidad y la justicia social. Cuando Ramírez le
presenta a López a Juan Vargas, uno de los candidatos elegibles para el cargo,
éste le aclara a López que Vargas “es buena persona”, ante lo cual López lo
cuestiona preguntando “¿a qué te refieres con 'buena persona'?”, obteniendo de
Ramírez el siguiente dato: “Que's medio pendejo”.
Un
tal Bernabé Bernal, por su parte, en uno de sus últimos
párrafos, muestra ciertos cuestionamientos con respecto a la forma de vida de
Bernabé, a manera de una autorreflexión hecha por el protagonista “¿Qué he sido
yo? ¿Un hombre bueno o un buenazo? ¿Un ser medianamente inteligente o un
imbécil? ¿Un ciudadano honorable o un cretino? ¿Un funcionario probo y
eficiente o un idiota? ¿Un buen esposo y padre o un esclavo de su mujer y un
mártir de sus hijos? ¿Un individuo respetable o un grotesco Charlot? ¿Un tímido
superior, como me llamó alguna vez “El Civilista”, o simplemente un pendejo, como me han llamado
unánimemente las personas que han girado a mi alrededor?”
Lo que pretendo señalar aquí
es que tanto un personaje como el otro tienen este aspecto en común, “la
pendejada”[3], aunque ello no impidió,
en ninguno de los casos, que se generara otra similitud: que a ambos personajes
la vida los llevara a la situación de ocupar cargos públicos. En ese sentido,
vale la pena agregar que ambas obras dejan ver las diferencias entre los
estilos en el ejercicio de las funciones de Juan Vargas y de Bernabé Bernal;
estilos que no sólo guiaron su relación social con aquellos grupos con los que
debían interactuar, sino que también fueron determinantes en los desenlaces de
las vidas de cada uno de los personajes protagonistas.
Haberme acercado a estas
obras, pensar en cada historia, en los factores sociales y políticos que se
desarrollan en cada una, me lleva a pensar y a cuestionarme con respecto a esas
diferencias en la vida política de cada personaje, puesto que en general, de
acuerdo a lo que pude percibir, en un primer momento de la película muestran a
un Juan Vargas bastante similar a Bernabé Bernal. ¿Qué hay entonces detrás de
cada situación, para que Juan Vargas continúe en su ejercicio político como un
gran líder de su partido, mientras que Bernabé termina sus días con la misma
pusilanimidad con la que los inició, a pesar de la participación política que
ambos vivieron? ¿Será que la política es entonces una cuestión de poder? ¿O de
principios?
Indudablemente, estos
cuestionamientos pueden abordarse desde dos perspectivas: una sociológica, en
tanto la relación de estos personajes con la sociedad puede constituirse en uno
de los factores determinantes para el desenlace que cada historia tuvo; pero
también una perspectiva política, por cuanto es necesario comprender las formas
en que cada personaje orientó su acción política, así como las ideologías bajo (o
hacia) las cuales se dirigió esta acción. Retornando entonces a la
noción de que entre política y sociedad hay unos nexos irrompibles, y en
relación con la idea anterior, se puede evidenciar cómo se dan ciertas
convergencias entre estas dos disciplinas (sociología y política), al ser
necesario identificar aspectos presentes, tanto en la interacción humana, como
en las formas de organización de dicha interacción.
Es así como surge una
importante disciplina que busca responder a cuestionamientos como “¿cómo
influye la clase social en la distribución de los votos en las elecciones?
¿cuál es la relación entre fundamentalismo religioso y conservadurismo
político? ¿por qué podría el factor generacional tener influencia en las
ideologías políticas? ¿quiénes determinan los designios políticos, las “élites”
o las masas, los influyentes o los ciudadanos ordinarios? ¿cuándo se vuelve más
significativo el comportamiento político, en condiciones de elecciones o bajo
una dictadura?”[4].
Esta disciplina es conocida como sociología
política y sus intentos son por entender los diferentes fenómenos sociales
que pueden repercutir, o que de hecho son consecuencias de los fenómenos
políticos que se viven en determinado momento y en determinado territorio.
En ese sentido, la
sociología política proporcionaría el mecanismo bajo el cual podrían analizarse
y comprenderse los factores que intervinieron en las formas de vida de Juan
Vargas y de Bernabé Bernal. En relación con ello, es fundamental traer a
colación los elementos con los que estos personajes contaron para el desarrollo
de sus actividades profesionales, pues dichos elementos permitieron la
configuración de ciertas formas de interacción entre ellos y la sociedad, y que
pueden ser una importante explicación a los términos de cada historia. En el
caso de Bernabé Bernal, su principal herramienta de trabajo, no era más que su
cerebro, el cual, dicho sea de paso, era de una capacidad intelectual
asombrosa. Juan Vargas, por otro lado, recibió en primera medida la
Constitución, bajo la cual debía orientar al pueblo que gobernaba, y en segunda
medida, recibió un revólver, para presionar al pueblo a obedecer a la
constitución.
Como es de suponerse, los
elementos con los que Juan Vargas contó para su labor fueron de gran
envergadura, puesto que le permitían imponerse como la ley del pueblo, mientras
que Bernabé Bernal, pese a su prodigiosa inteligencia, sólo ejerció sus
conocimientos a merced de otros personajes que contaban con la capacidad para
hacer de éste un “súbdito” y apropiarse de toda su producción intelectual, sin
que ello representara un problema para aquél. Además, aquí toma un importante
rol el poder, como categoría de
análisis dentro de la sociología política.
En relación con la película,
Juan Vargas se apropió del poder, representado en un revólver y una
constitución. Bernabé, por su parte, no contaba con artefactos que indicaran
que éste ostentaba de alguna clase de poder (y en el único episodio en que contó con un arma, en lugar de hacer uso de ésta como fuente de poder, le tuvo miedo) y, dado que su inteligencia era su
principal fuente de recursos, asimismo, esta inteligencia le permitía que
tuviera la sensatez suficiente para no dejarse sobornar por ciertos tipos de
personajes, perdiéndose así de gigantescas retribuciones económicas a cambio de
la defensa de sus principios, los cuales llegaron con él al sector público y
regresaron con él, tras recibir su mísera jubilación, a una banca en el parque Nacional de Bogotá.
En ese sentido, el poder cuenta con unas implicaciones de
gran importancia para la sociología política, en tanto éste es el resultado de
determinados procesos de interacción social que han otorgado a ciertas personas
la posibilidad de manejar algunas situaciones sobre la vida de otros,
especialmente, a partir de decisiones de una gran magnitud como lo son las de
carácter gubernamental. Es por ello que considero que en la formación en ciencia política hay tres factores de suprema importancia para un
aprendizaje y un ejercicio politológicos con una estructura sólida y útil;
éstos son: la relación entre lo político y la sociedad; el poder, sus formas y
los elementos que lo configuran; y la sociología, junto con la nueva disciplina
– sociología política – y sus campos de estudio e implicaciones.
[1]
SALOM BECERRA, Álvaro. 1979. Un tal Bernabé Bernal. Colección literaria Tercer
mundo. 13ª edición. Bogotá.
[2]
ESTRADA, Luis. 1999. La ley de Herodes. México.
[3] O
lo que el imaginario generalizado considera como pendejada.
[4]
HOROWITZ, Irving Louis. 1977. Fundamentos de sociología política. En: Fondo de
cultura económica. Madrid.